Recogida
Una vez que la reina aterriza, es rodeada por sus súbditas
y se forma un racimo bien compacto. Y, como el tiempo que
permanece parado el enjambre es variable, entre varias horas
y dos días, no debe demorarse la recogida del mismo no vaya
a ser que tras una breve pausa emprenda de nuevo el vuelo.
El enjambre, una vez asentado, se debe recoger con calma
y sin movimientos bruscos, variando el modo de proceder
dependiendo de la situación en que se encuentre: si el racimo
de abejas está en el suelo, entre las hierbas, lo mejor es acer-
car un escriño o enjambrera (capacha de paja o esparto de
boca ancha). Con un poco de humo conseguiremos que las
abejas entren por sí mismas; si el enjambre está colgado en
una rama a gran altura, se puede emplear un artilugio casero
a modo de saco abierto, suspendido en el extremo de una
barra o palitroque. Ese recipiente se coloca debajo del enjam-
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bre y con un golpe seco sobre la rama se hace caer dentro la masa de abejas; si las abejas están suspendidas de una rama pequeña, se la corta con una tijera y se traslada en la misma al nuevo alojamiento.
Instalación en el hornillo
Una vez que el grupo de abejas se ha apaciguado en el
interior del escriño se sacude dentro del hornillo. A veces las
abejas no aceptan la nueva morada, marchándose una y otra
vez. Para impedirlo, es bueno rociar el hornillo con agua miel
o melisa de vino. Hay veces que al “sacudir” el enjambre den-
tro se mueren todas las abejas y ello es debido a que, posi-
blemente, ese hornillo esté envenenado con productos utiliza-
dos anteriormente para matar ratones u hormigas.
En el supuesto de que nadie recoja el enjambre se vuelve errante hasta que él mismo se mete en otro hornillo o en el hueco de un roble, en una chimenea, en el cañizo del techo de una casa, en el hueco de una persiana, etc.
Hay colmenas muy propensas a enjambrar hasta tal punto que llegan a emitir hasta diez o doce enjambres cada año, cada vez más pequeños y que el colmenero abandona. Salvo el primero, que suele ser el mejor, todos los demás llevan reina joven sin fecundar, por lo que vuela con gran facilidad y no suele posarse cerca del colmenar.
Una vez que la reina aterriza, es rodeada por sus súbditas
y se forma un racimo bien compacto. Y, como el tiempo que
permanece parado el enjambre es variable, entre varias horas
y dos días, no debe demorarse la recogida del mismo no vaya
a ser que tras una breve pausa emprenda de nuevo el vuelo.
El enjambre, una vez asentado, se debe recoger con calma
y sin movimientos bruscos, variando el modo de proceder
dependiendo de la situación en que se encuentre: si el racimo
de abejas está en el suelo, entre las hierbas, lo mejor es acer-
car un escriño o enjambrera (capacha de paja o esparto de
boca ancha). Con un poco de humo conseguiremos que las
abejas entren por sí mismas; si el enjambre está colgado en
una rama a gran altura, se puede emplear un artilugio casero
a modo de saco abierto, suspendido en el extremo de una
barra o palitroque. Ese recipiente se coloca debajo del enjam-
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bre y con un golpe seco sobre la rama se hace caer dentro la masa de abejas; si las abejas están suspendidas de una rama pequeña, se la corta con una tijera y se traslada en la misma al nuevo alojamiento.
Instalación en el hornillo
Una vez que el grupo de abejas se ha apaciguado en el
interior del escriño se sacude dentro del hornillo. A veces las
abejas no aceptan la nueva morada, marchándose una y otra
vez. Para impedirlo, es bueno rociar el hornillo con agua miel
o melisa de vino. Hay veces que al “sacudir” el enjambre den-
tro se mueren todas las abejas y ello es debido a que, posi-
blemente, ese hornillo esté envenenado con productos utiliza-
dos anteriormente para matar ratones u hormigas.
En el supuesto de que nadie recoja el enjambre se vuelve errante hasta que él mismo se mete en otro hornillo o en el hueco de un roble, en una chimenea, en el cañizo del techo de una casa, en el hueco de una persiana, etc.
Hay colmenas muy propensas a enjambrar hasta tal punto que llegan a emitir hasta diez o doce enjambres cada año, cada vez más pequeños y que el colmenero abandona. Salvo el primero, que suele ser el mejor, todos los demás llevan reina joven sin fecundar, por lo que vuela con gran facilidad y no suele posarse cerca del colmenar.