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Cría de abejas: Las abejas y la miel

Al “domesticar” a las abejas, se las instaló en los troncos de

los árboles huecos, colocándolos verticalmente en el suelo.

Las abejas construían dentro los panales, fijándolos a las pare-

des y a unos palos cruzados (cruceta o tranca) que se coloca-

ban en el centro. Esas primeras colmenas rústicas recibieron

el nombre de arnales, palabra de origen celta que procede de

arnus y que significa aliso, árbol antiquísimo y muy abundante

antiguamente. Ese término dio origen en castellano a arna,

que designa al vaso de colmena. Posteriormente estas colme-

nas recibieron el nombre de dújo, igualmente de origen celta.

Con el paso del tiempo esos troncos con abejas se colocaron

horizontalmente, unos junto a otros, yuxtapuestos, unidos con

barro, naciendo así los hornillos. Más tarde, para que esos

hornillos quedaran resguardados de las inclemencias del tiem-

po, se empezaron a construir unas pequeñas edificaciones, a

modo de casetas, que recibieron el nombre de colmenares.

Éstos, poco a poco fueron ubicándose en los sitios remansa-

dos, como en las solanas orientadas al mediodía o en medio

de los robledales, donde el brezo, el cantueso, las urces, etc.

abundaban. Con el fin de recoger el néctar de los árboles fru-

tales y estar más cerca de las colmenas, también se constru-

yeron colmenares dentro del casco urbano o en su entorno, en

huertos y herrenes, pero su producción fue menor tanto en

cantidad como en calidad de miel.

Cría de abejas: Las abejas y la miel

Para ello segrega una sustancia que recibe el nom-
bre de “feromona”, que se expande por toda la colmena. De

esta forma, además, se frena la construcción de celdas reales

y se impide el desarrollo de los ovarios de las abejas obreras.

Cuando la vieja reina decae en su puesta o no segrega sufi-

ciente feromona , las abejas construyen realeras y depositan

en ellas jalea real para obtener una nueva madre.

La reina vive unos cinco años y continuamente es rodeada

por su corte de abejas y alimentada siempre con jalea real.

Las abejas obreras: Se desarrollan en celdas normales y

forman la población más numerosa: 70.000 en primavera y

unas 20.000 en invierno. Cumplen muchas funciones depen-

diendo de su edad. Nada más nacer trabajan de limpiadoras,

retirando de las celdillas los residuos. Al cuarto día se convier-

ten en nodrizas y alimentan a las larvas y dan calor al nido de

cría. A partir del décimo día atienden a la reina como damas de

honor. Posteriormente actúan como ventiladoras, segregan

cera, fabrican miel, retiran los cuerpos extraños y velan por la

seguridad de la colmena. Finalmente, a los veinte días y hasta

su muerte, salen al campo en busca de néctar, polen, propóle-

os y agua. Suelen moverse en un radio de acción de 3 kilóme-

tros, siendo su velocidad media de 30-40 km/hora, llevando a

cabo unos 40 vuelos diarios y visitando unas 400 flores de la

misma especie. Al regresar reconocen su colmena por el color,

su forma y su posición. Entre ellas se distinguen por el olor,

pues cada colonia tiene el suyo característico.

Si una abeja recolectora descubre una fuente de alimento, al regresar a la colmena indica a sus compañeras dónde está situada y a qué distancia se encuentra. Para ello “baila”, describiendo una serie de círculos.

La vida de las abejas es muy corta: las que nacen en primavera mueren a los 40 ó 50 días; por el contrario, las que nacen en otoño viven unos cinco meses, hasta que enlazan con sus nuevas compañeras, en la primavera siguiente. Su principal alimento es la miel.



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